Por: José Espinola / Antropólogo
Para todos es un tema muy importante reactivar la economía y proteger nuestra salud, para lograrlo, será necesario replantear las prioridades de los gobiernos locales y el gobierno central. Ellos tienen una enorme responsabilidad en estos momentos. Muchos más ahora que se viene levantando gradualmente la cuarentena y entramos en “reactivación económica”, proceso que obligará a los agentes económicos a incorporar nuevas pautas de producción, comercialización y consumo. Consecuentemente ello alterará nuestras tradiciones y cultura popular, lo cual se hará notorio en los meses siguientes.
Los modelos de negocio que basen su éxito en estrategias de liderazgo en precios bajos tendrán poca posibilidad de seguir en pie, pues la gente buscará precio más seguridad; será muy difícil que los consumidores solo prefieran precios. Las grandes empresas quizá no tengan dificultades para adaptarse, los pequeños negocios y los informales sí.
Frente a ello, los gobiernos locales, a través de las Gerencias de Desarrollo Económico (GDE) deberían implementar estrategias de política pública orientadas a facilitar que los negocios se adapten a la nueva realidad y puedan competir en base a innovaciones que mejoren la calidad de sus productos y servicios, antes de estar mirando solo estrategias de reducir precios, pues esta última opción reducirá la posibilidad de supervivencia de los negocios o precarizará el salario de la mano de obra que contraten. Recordemos que un negocio pobre, paga sueldos pobres.
De otro lado, los esfuerzos de las GDE deberán estar orientados a aplanar la curva de la “desigualdad competitiva”, pues es bastante evidente que en varios aspectos las oportunidades y el trato ante la Ley, no es igual para todos. Es necesario romper con la cultura del corporativismo corrupto -que cierra tratos bajo la mesa, compra funcionarios para obtener favores, monopoliza el mercado, se aprovecha de la necesidad, etc.-, pues mientras ese patrón de hacer negocios reine, solo se está favoreciendo a un pequeño grupo y afectando a una gran mayoría.
A la par de lo ya dicho, los hechos demuestran que aún nuestro país es una sociedad fragmentada, poco competitiva y coronada por la corrupción. Una realidad donde un virus invasor nos ha vuelto a refregar en el rostro la pobreza moral que nos gobierna y lo divididos que estamos. No somos empáticos entre nosotros.
Dejar que ese esquema social siga reinando no es propiciar el liberalismo, es propiciar el abuso y la corrupción. Nunca olvidemos que libertad económica debe complementarse con educación y participación ciudadana, así como con iniciativas de instituciones tutelares. No debemos olvidar que el poder económico sin moral puede ser tan peligroso como la violencia física. Nadie dijo que el liberalismo funciona sin moral, sin valor compartido, sin república.
En el contexto descrito: ¿Existe la posibilidad de suscribir un nuevo contrato social? ¿Se puede ver una oportunidad en esta crisis, para unirnos más como sociedad? ¿Aún tenemos la oportunidad de generar valor compartido? Creo que además de ser posible es muy necesario ver oportunidades, más que afianzar divisiones o enfrentamientos. Esta crisis nos obliga a estar más unidos, generando valor compartido.
Dejemos de quejarnos por todo, escojamos los reclamos, no es momento de enfrentarnos más. Nuestra sociedad, nuestra patria, es una sola casa, todos vivimos aquí y tenemos que aprender a entendernos. El camino o quizás el deber nuestro, de todos los peruanos, es ayudar a fomentar el diálogo ahí donde estemos, tender el puente para el entendimiento.
Sin embargo, lograr esa ansiada unidad, el entendimiento, el valor compartido, el capital social, siempre ha sido muy difícil de conseguir, mucho más en tiempo de crisis. La guerra con Chile nos trae al recuerdo lo difícil que es. Pero también nos recuerda lo mucho que perdemos si no lo logramos. Lograr la ansiada unidad es una tarea muy importante para los peruanos del presente.
Queda entonces vigente la consigna de Gonzales Prada: “…despertad a la vida! Ninguna generación recibió herencia más triste. Ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir. Ni errores más grandes que remediar.” Es el desafío nuestro, los peruanos del presente.