Por: Amaro Rodríguez S.
Los avatares que se dan en el desarrollo de nuestras vidas, en esta oportunidad la pandemia Covid-19 democráticamente nos ubicó en la misma nave, a semejanza de un inmenso crucero que se desplaza azotado por aguas tormentosos de un inmenso océano, tal vez con transitorias comodidades de pasajeros de primera, segundo y tercera clase en cuanto a las atenciones, pero sin otras alternativas, solo saltar al agua para terminar ahogado.
Nuestro querido Perú en la estadística mundial de países con mayor número de casos positivos, aparece en el NOVENO lugar en el mundo superando a Turquía con 464,476 y con 4,506 fallecidos hasta el día de hoy, quienes enlutan miles de familia en todo el Perú, pese al denodado esfuerzo desplegado por el gobierno Central y la ayudad de los traidores a la patria, que continúan dándose maña para robar el dinero del Estado.
En instantes que la pandemia colapsó nuestro precario sistema de Salud, empieza a despertar corazones aletargados, a desvelarse los sentimientos altruistas para dar vida a la necesaria solidaridad que requerimos para hacer frente en el resto del tiempo que dure la guerra contra Covid-19 y disminuya la mortandad, si todos practiquemos la solidaridad.
Sintámonos cada día más solidarios como se forja en quienes van en una misma nave, tal como se dan en las fuerzas armadas, manifestándose más camaradería, entre los tripulantes de las fuerzas armadas aéreas y navales, diluyéndose formas rígidas de mando por grado, al considerar estar en la misma situación, si la aeronave se precipita, más seguro que todos mueran sin distinción de jerarquías.
El interés nacional impone la solidaridad como una salida victoriosa en la guerra sin cuartel contra el Covid-19, ese mismo interés nacional obliga a decenas de miles de irresponsables, que no respetaron la cuarentena y ayudaron a propagación del virus para cegar más vidas, a rectificarse, pero ahora mismo bien puede ser un gran paliativo con la merma de crecientes muertes, si respondemos con la solidaridad.