Por: Amaro Rodríguez S.
En el otoño de mi vida junto a mi esposa con más de 56 años de matrimonio, comprobamos que en cualquier lugar del mundo, nuestro Dios todopoderoso, que nos irradia su sabiduría, nos permite vivir instantes, momentos, días, semanas y meses disfrutando de una paz que nos reporta felicidad, que no tiene precio y lo recibimos como una bendición divina por hoy en territorio del Estado Florida-USA.
Un viaje proyectado hace diez años, en el noveno con vigencia de la visa para los EE.UU a un año de vencerse , se hizo realidad por algunos meses a Norteamérica, con apoyo directo de nuestros hijos, este largo y aventurado viaje los recibimos con gratitud, y nos dice que el Señor es muy generoso con nosotros. Con fe todos podemos alcanzar la paz y la felicidad divina, aunque no permanente, o tal vez fugaz, pero es una auténtica felicidad.
En esta parte sur de USA he revivido recuerdos del año 1958 cuando llegué a la selva de San Martin para trabajar en el Servicio Nacional de Malaria financiado por Unicef y me instalé en la ciudad de Tarapoto, cuando en 1963 llegué por 8 años a trabajar en Iquitos. ese bosque tropical lo encontré casi idéntico en USA, donde volví a saborear la carne de monte de venado, sajino y majás, también hay carne de pato silvestre, carne de pavo silvestre, pescados de lago y carne de lagarto y tortuga.
Se consume los plátanos de freír bellacos como ingiri y maduro, la sacha papa, el pan de árbol, dulces como la guayabada, rosquitas de almidón y otros productos propios de la amazonia peruana, que n os hace sentirnos como si estuviéramos en la selva peruana y para mí, como para mi esposa que es natural de Iquitos, nos reencontramos con nuestras costumbres.