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“Al que le cae el guante que se lo chante”, dice un refrán
Por: Amaro Rodríguez S.
Presuntamente acostumbrados a ser infalibles en sus decisiones personales, aunque los hechos lo desmientan categóricamente, cualquier error que cometan y que según sus autores podrían mellar su imagen, más aún cuando es una persona pública, o fungen de políticos acuden a la cobarde decisión de negar tales errores, haciéndolos aparecer como ajenos a su propia decisión y desconocerlos.
Generalmente son personas que cuidan demasiado su imagen pública y cualquier error que pudiera contribuir a su desprestigio, los haga sufrir no debe suceder, recurren a la inmediata negación de los hechos, para atribuirlos como ajena a su propia voluntad, o derivar esa responsabilidad a personas ajenas, pero muy tolerantes y complacientes con el autor, por motivos diversos, que permiten ser utilizados para expiar un equívocos ajenos.
Para los que se escudan con estos groseros argumentos pensando mantener limpia su imagen cometen un grave error, esas supuestas justificaciones no se hacen realidad y más bien a manera de boomerang retornan al autor fortalecido que más argumentos que socaban la imagen pública de cualquier personas, que recurra estas argucias malsanas tratando de ignorante a todo un pueblo que merece respeto, a manera de boomerang retorna con mayor desprestigio al autor primigenio.
Para todas las personas sin distinción alguna, enaltece saber reconocer nuestros errores, si hay necesidad de pedir disculpas públicas debemos de hacerse de inmediato, como cuando damos gracias por un servicio recibido. Admitir nuestros errores, no nos va a desdorar si así nos consideramos algunos, simplemente estamos dando la cara, admitiendo algo erróneo que podemos rectificarlo, nadie es perfecto, aunque muchos nos adulen como tal, para camuflar nuestra cobardía.