Por: Juan Castañeda Murga
El día de ayer me enteré de que hace siete meses falleció la señorita Imelda Solano Galarreta, archivera encargada del Archivo Arzobispal de Trujillo por 43 años. Debido a las restricciones de la pandemia, pocos se enteraron de su fallecimiento. Fue una persona tan buena, que ya debe estar gozando de la gloria de Dios.
Hija del matrimonio de Reynaldo Solano Gamboa y Luzmila Galarreta y Vega, nació en Huamachuco el 20 de junio de 1926, y fue la segunda de cuatro hermanos: Tarcisio (que llegó a ser obispo auxiliar de la arquidiócesis de Trujillo), Manuel Antonio y Margarita. Estudió en el colegio San Nicolás de Huamachuco y terminando la secundaria ingresó a trabajar como secretaria, para posteriormente desempeñarse como profesora de educación primaria. Migró a Trujillo donde ingresó a trabajar como profesora de primaria en el colegio Liceo Trujillo y cesó allí en 1967.
Después del terremoto de 1970, el ambiente que ocupaba el archivo estaba afectado y los documentos fueron trasladados al Seminario Mayor de San Carlos y San Marcelo en Moche. El arzobispo Carlos María Jurgens llamó al historiador Paul Ganster (quien se hallaba en Trujillo investigando en los archivos notariales, como parte del Proyecto Arqueológico Chan Chan Valle de Moche) para reorganizarlo, pues había una necesidad urgente, debido a que un director anterior, el escritor Carlos Camino Calderón, había dividido el archivo en tres secciones y a cada una le había puesto el nombre de sus hijos (!). Ganster organizó este repositorio en 56 secciones siguiendo el modelo del Archivo Arzobispal de Lima. Es en ese contexto que ingresó a laborar allí la señorita Imelda como secretaria y asistenta en 1972, dedicándole 43 años de su vida. Tras la salida de Ganster, continuó con la reorganización Patricia Netherly (quien por esos años investigaba para su tesis doctoral), y a su salida quedó nuestra biografiada como responsable.
La labor realizada por la señorita Imelda fue enorme: encuadernaba y colocaba cubiertas a cada expediente, hacía una sumilla de él, lo tipeaba en máquina de escribir y pegaba sobre la cubierta; material que considero debería de tipearse nuevamente, porque así se tendrán los catálogos para cada sección. A partir de 1977 el arzobispado ordenó que todos los libros parroquiales de la arquidiócesis anteriores a 1900 pasaran a engrosar los fondos documentales de Archivo Arzobispal, de manera que también atendía las búsquedas de partidas. Paralelamente ella tenía que trabajar haciendo el seguimiento de la propiedad de todos los inmuebles del centro histórico gravados con censos y capellanías a favor de la Iglesia, de manera que cada casa tiene un expediente, y es como la Colección Terán del Archivo General de la Nación (que guarda la historia de cada casa de Lima Antigua). Ese material es un tesoro para la historia urbana de Trujillo, pues alivia en gran parte el trabajo del historiador.
Conocí a la señorita Imelda en 1994, durante el episcopado de Monseñor Manuel Prado Pérez Rosas, y gocé de su amistad y fina atención. En esa época, el archivo atendía solamente en las tardes, de 2 pm. hasta las 6 pm. El ritual empezaba minutos antes de las dos: la esperaba en la puerta del Arzobispado, a su llegada ingresábamos juntos a la sala capitular (que tiene un artesonado precioso), que era el local en donde está la estantería y allí había espacio para dos mesitas: una en donde trabajaba ella y la otra era para el investigador. Imelda había revisado miles de documentos en su trajín de archivera, razón por la cual conocía muchos aspectos de la historia eclesiástica de Trujillo y el norte peruano, así como de sus actores. Cada vez que he empezado alguna investigación le trataba el tema y ella muy solícita me sugería que revisar. Todos los investigadores que han trabajado sobre el norte peruano o la historia eclesiástica y que han pasado por el Archivo Arzobispal de Trujillo tienen una deuda con ella: Jorge Zevallos Quiñones, Manuel Marzal, Jeffrey Kleiber (que ya partieron a la casa del Padre), Susan Ramírez, Lucila Castro, Karen Graubart, Rachel O’toole, Laura Larco Manucci, Lorenzo Huertas, Ricardo Morales, Karoline Noack, Susana Aldana, Elizabeth Hernández, Juan Díaz Plascencia, Luis Andrade, Frank Díaz y el que escribe esta nota nos hemos beneficiado de sus conocimientos y de su buen talante.
La señorita Imelda era además una mujer devota, de ir a misa los domingos y fiestas de guardar, promovió el culto a la Virgen de Alta Gracia, patrona de Huamachuco, en Trujillo. En su barrio de la urbanización San Nicolás, es recordada por rezar el rosario en el mes de mayo, llevando una imagen de la virgen por las casas de sus vecinos. Era además presidenta vitalicia del Comité de Damas Huamachuquinas de Trujillo, reproduciendo en esta ciudad los vínculos de su tierra natal. Cuando digo que era muy buena persona, no exagero, pues en 1977, se hizo cargo de sus sobrinos Cessy, Hans, Tammy y César cuando perdieron a su madre en un accidente, criándolos como hijos. Por ello con justicia le decían mamá.
Le afectó mucho el encierro por la pandemia del covid-19, al punto que su salud se empezó a resquebrajar falleciendo el 5 de diciembre de 2021.
De ella podríamos afirmar, siguiendo una frase del escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson: “El mérito que acepta el silencio como la cosa más natural del mundo es el más alto aplauso”.
09 de junio de 2022
Fuente: f/Juan Castañeda Murga