Por Israel Jurado Zapata
A nadie con un mínimo de memoria histórica sorprende la agresividad y trato discriminatorio que contra los migrantes (especialmente los de tes morena y oscura) ejerce el gobierno de los Estados Unidos y sus cuerpos policiacos, que se han distinguido durante las últimas décadas por practicas de brutalidad policiaca hacia las comunidades negras e hispanas. La cacería de migrantes que cruzan los desiertos de Arizona y Nuevo México, por parte de “organizaciones civiles” armadas, aparadas por la Segunda Enmienda, que les disparan como a presas de caza, tampoco sorprende, así como no sorprende la pusilanimidad o indiferencia de los gobiernos latinoamericanos ante tal brutalidad.
Hoy, nuevas expresiones de cacería de migrantes se han exacerbado en la Unión Americana como producto de una de las promesas de campaña de Donald Trump (que por cierto, se refería sólo a los migrantes que delinquen); pero ahora ha violentado a trabajadores honestos y familias enteras que ahora se tienen que esconder más que antes, como cuando los nazis buscaban judíos o comunistas al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Todo ello ha dejado a diversas ciudades como Los Ángeles al borde de los disturbios en resistencia ante el derecho de estas “minorías étnicas” (como han sido denominados por algunos analistas) a vivir y trabajar en paz; ello a pesar de que durante las administraciones de los últimos presidentes demócratas se había venido desarrollando una estricta política de deportación masiva de “ilegales”, donde destaca la administración de Barack Obama, quién ha sido señalado como el máximo “deportador” de inmigrantes “ilegales”.
Así, el país autoproclamado “vigilante de las democracias y campeón de las libertades” muestra nuevamente su verdadero talante autoritario, intolerante, racista, xenófobo, usurpador, explotador, y hasta genocida, lo cual explicaré más adelante. Pero es importante señalar que este fenómeno tiene actualmente diversos objetivos como la oposición entre intereses globalistas y nacionalistas, la radicalización del supremacismo blanco, el agotamiento del modelo de dominación hegemónica y la crisis sistémica que atraviesa el país, donde la violencia social y las adicciones (principalmente al fentanilo) han socavado gravemente el tejido social. También están los fuertes sentimientos separatistas en estados como California y Texas que, según analistas como el Dr. Alfredo Jalife, hoy se relacionan con una latente guerra civil. Pero estos son tan sólo algunos de los factores que se relacionan con la actual crisis humanitaria que ha provocado el gobernó estadounidense.
Más allá de esto, es importante que la opinión pública internacional no olvide los siguientes elementos de lo que ha sido la praxis de la política interior/exterior de un país cimentado en trece colonias de un imperio depredador y saqueador como el inglés, que promovía la piratería; en el etnocentrismo de los puritanos; en el egocentrismo del protestantismo, en la Doctrina Monroe; y en el individualismo, egoísmo y ambición del capitalismo salvaje. Y la vigencia de estos valores y principios también está detrás del conflicto interno que hoy se desborda nuevamente contra los migrantes no caucásicos; pues si algo ha caracterizado a este país ha sido su propia conformación a partir de la migración. Pero hay que identificar la praxis de estos fundamentos “ideológicos” con las tropelías que hoy están cometiendo contra los inmigrantes, y con lo que hecho históricamente.
En primera instancia está invasión y el genocidio que el gobierno y los intereses económicos detrás de éste provocaron en su expansión continental. Desde frases como: “el mejor indio es el indio muerto”, atribuidas a personajes como George Washington, hasta las infames campañas militares de exterminio emprendidas por los “casacas azules”, la fuerza militar estadounidense del siglo XIX, o bien, cuando implementaron la “solución final” como política de limpieza étnica contra los “pieles rojas”. Así, provocaron el declive de las culturas indígenas que se habían desarrollado durante milenios en todo el territorio de la hoy Unión Americana. Fue una guerra sin cuartel que incluyó la cacería de cabelleras indígenas por las que el gobierno pagaba a mercenarios diferentes cuotas dependiendo si pertenecían a niños, mujeres u hombres adultos. Hoy los sobrevivientes de ese genocidio viven en las Reservaciones Indígenas, donde han padecido, entre otros lacerantes sociales, problemas de alcoholismo y suicidio juvenil como efectos del colonialismo.
Por otro lado, está el sistema de esclavitud impuesto a los afroamericanos y que funcionó hasta el fin de la guerra de secesión a mediados de la década de 1860; de lo cual, y no obstante la “abolición de la esclavitud”, se derivarían las políticas de segregación racial vigentes hasta las luchas por los derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960. Y como ocurrió en el resto del continente americano y el sistema de castas español, ha dejado su huella y la vigencia de una “pigmentocracia” que sigue alimentando las desigualdades sociales y la discriminación por motivos de raza. Así, desde el surgimiento del Ku-klux-klan hasta la emergencia de grupos neonazis, Estados Unidos se ha convertido en un referente del supremacismo blanco y de la hegemonía occidental.
Finalmente, las constantes intervenciones político-militares del gobierno norteamericano en toda la región latinoamericana, provocando golpes de estado y respaldando dictaduras militares, han coartado el desarrollo democrático de la región y sus intentos por instaurar gobiernos progresistas, socialdemócratas o revolucionarios. Tal es el caso del golpe militar fraguado en la embajada norteamericana en México en contra de Francisco I. Madero, prócer de la democracia e iniciador de la Revolución mexicana; el golpe militar contra Jacobo Árbenz en Guatemala para frenar su política de reparto agrario (o el haber convertido a este país en el laboratorio contrarevolucionario de la región, donde se practicaron las estrategias de contrainsurgencia más sádicas y crueles); el golpe militar contra Salvador Allende en Chile; la intervención en Nicaragua contra el movimiento sandinista; la intervención en El Salvador durante la guerra civil; el desembarco en Bahía Cochinos en Cuba para derrocar al régimen revolucionario; o el Plan Cóndor, desde el que intervinieron e impulsaron a las dictaduras militares en Sudamérica.
La violencia y el subdesarrollo así impuestos a los países en cuestión, permitieron una ola de gobiernos autoritarios hasta finales del siglo XX, el fortalecimiento de las oligarquías regionales, la compenetración del capitalismo salvaje, la destrucción del medio ambiente (principalmente por el saqueo neocolonial), y el empobrecimiento agudo de las clases trabajadoras; razones por las cuales los sectores sociales más vulnerables se han visto obligados a abandonar sus lugares de origen y migrar hacia los Estados Unidos para escapar de la violencia o buscar las oportunidades de subsistencia que les han sido negadas; es decir, el gobierno estadounidense ha provocado la oleada de migrantes de la que se queja, al igual que los países de la Unión Europea han provocado este fenómeno con su saqueo de África y el Medio Oriente.
Esto y más ha sido y es el gobierno de los Estados Unidos, invadiendo “naciones” indígenas, violando tratados de paz con éstas, invadiendo países como México u ocupándolos permanentemente como el caso de Puerto Rico o Hawái. El papel de la CIA y de la DEA en el desbordamiento de las “guerras” contra el narcotráfico en países como México o Colombia a principios del siglo XXI, han bañado en sangre nuevamente a la región. Y la actual guerra arancelaria fue sólo el preludio de una escalada mayor de la “recargada” actitud agresiva de su política exterior, ahora con su versión interior dirigida en contra de los que consideran racialmente diferentes e “inferiores”, al más puro estilo del nazismo alemán. Por eso, resulta impostergable la construcción de lazos de unidad entre los pueblos americanos para derrocar gobiernos neofascistas y desterrar todas las formas de violencia con las que las oligarquías y el gran capital siguen tratando de sojuzgarnos.
Foto: www.vaticannews.va