París, 1906. La ‘Belle Époque’ era un hervidero de invención febril, una era donde la audacia mecánica se respiraba en el aire. Sin embargo, en medio de la aparición de automóviles y los primeros desafíos aéreos, la idea del inventor M. Constantini desafió los límites de lo excéntrico y lo visionario. No presentó un nuevo vehículo de cuatro ruedas para los ricos, sino algo mucho más íntimo y, en su momento, profundamente extraño: patines motorizados. A primera vista, los patines de Constantini podrían haber parecido un juguete común de la…
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