Por: Amaro Rodríguez S.
La informalidad laboral hace daño al fortalecimiento de una economía planificada, sostenida y sobre todo que asegure derechos sociales para los trabajadores en condiciones de informales, se opone al Estado en recaudar los impuestos para fortalecer los recursos que deban reinvertirse en obligados servicios a favor del bienestar de las comunidades.
El pueblo peruano con la conquista española generó un clase población criolla en las ciudades, casi ajeno a ser emprendedor, ser trabajador, más bien adicto o del trabajo fácil y partidario del dicho “el vivo vive del sonso y el sonso de su trabajo” así de fácil, generando una implícita discriminación entre criollos costeños y los serranos y por la distancia felizmente ignoró al pueblo de la Amazonía de cristalina honradez y dueña de recursos no muy difíciles de alcanzarlos.
La informalidad en nuestra patria ha sido acicateada por los empleadores, desde el empleo doméstico para las mujeres pobres, con trabajo sin horario, sin vacaciones, sin bonificaciones menos beneficios sociales y víctimas de condenables humillaciones, a los empleadores el trabajo informal les favorecía, menos salario que los obreros sindicalizados y ningún beneficio social para lograr mayores utilidades.
Además para agravar la situación laboral de los trabajadores informales, también de los formales, sus justos reclamos quedaban a voluntad de los empleadores, por que ya estaba vigente la endémica corrupción que arrastramos por dos siglos, el patrón decía al trabajador disconforme, “ande quéjate donde quieras”, con la seguridad de comprar la voluntad de las autoridades de turno.
MIRAR NUESTRAS RAICES HISTÓRICAS
Como descendientes de nuestros ancestros, quienes con su trabajo construyeron el inmenso imperio Tahuantinsuyo, normando la vida y conducta de las personas con tres leyes que encierran valores y mantienen vigencia. Estas elementales leyes fueron Ama Sua (no seas ladrón), Ama Llulla (no seas mentiroso) y Ama Quella (no seas ocioso) y hoy con cientos de leyes, no podemos, o sencillamente no queremos vivir solidarios, honrados y equitativos.
Esperamos con mucho optimismo se despeje los tormentosos nubarrones sembrados por el Covid-19 par reiniciar nuestras vidas en familia y en sociedad, con experiencias ganadas, porque de los malo, de las caídas se aprende, se rectifica comportamientos, en quienes tienen la voluntad de hacerlo, para mejorar el bienestar de la sociedad peruana.
Para los corruptos con agravantes de haber contribuido a la pérdida de vidas humanas por robarse un dinero público destinado adquirir lo necesario para salvar esas vidas, les espera la investigación para confirmar su culpabilidad y recibir la sanción como traidores a la patria. Da pena pensar en quienes por el brillo de las monedas dejan como herencia vergonzosa para sus familias un apellido manchado y terminan sus días en prisión, trabajando para ganarse su alimento, a causa de una negra ambición.