Por: Claudia Longa Floriano
Estamos a puertas de una de las elecciones presidenciales más decisivas del futuro de este país y en esta ‘fiesta electoral’ no habrá motivo para estar contento. Veo como algunos creen que a través de estas elecciones habrá algún cambio a favor del pueblo, o que otros piensan que se seguirá creciendo económicamente como país; pero ninguna de esas dos cosas pasará.
He visto el enojo de los peruanos, su frustración, su indignación, su sed de justicia, la misma que siento yo cuando veo que nos convertimos en un país de enormes grupos de poder coludidos con el Estado. Se estableció el sistema de diezmos para que entren a invertir al país o para que el Estado acomode leyes desiguales. Nos convirtieron en mano de obra, en obreros sin posibilidad real de crecer más allá del permitido, en simples baterías para su sistema. Nos contentaron con más empleo, una moneda estable, un paseo en el mall el fin de semana; pero por arriba nos cerraban las oportunidades de crecer y ser iguales a ellos.
Y ante toda esa inmundicia de corrupción, los peruanos están indignados; pero no saben contra quién lo están. No identificaron a su verdadero enemigo. Los de izquierda señalan a la derecha, los de derecha dicen que la izquierda, y muchos otros creen que es el empresario corrupto el causante de todo su pesar. Pero no se dieron cuenta que hay un enemigo que ha movido todas esas piezas desde las sombras. Es ése que pone las leyes, el que establece las reglas de juego, ése que pide coimas, que otorga y favorece con privilegios amparado por la ley; que se sienta en el trono del poder presidencial, en los tronitos del poder legislativo… y no importa mucho si es de izquierda o de derecha.
Por eso, al no haber identificado al enemigo real, tampoco identificarán a la solución real. En estas elecciones muchos se decantaron por el mensaje de la falsa ilusión de reivindicar al pueblo; pero con medidas económicas que hacen todo lo contrario. Nos referimos a la izquierda, con cuyas palabras de lucha nos enervan el corazón sediento de justicia, pero nos atraviesan con la espada de la pobreza con un plan económico devastador. Mientras tanto, otros optaron por las propuestas de pseudo derecha que no es más que izquierda disfrazada, y otros por una derecha mercantilista parte II. De estos últimos tenemos asegurado que seguiremos cayendo económicamente y seguiremos manteniendo a los grupos de poder a costa de cerrarle las puertas al hermano peruano emprendedor.
Ninguno, repito y reitero, ninguno de los sistemas que tenemos para elegir esta vez le sirve a este país porque, sean de izquierda o de derecha, todos sin excepción mantienen su mismo amor por el monstruo llamado Estado y su intervención exagerada en la vida de las personas. Por un lado, una izquierda que plantea distribuir lo poco que tenemos a manos llenas, pero que nunca dice cómo va a hacer para generar los fondos para financiar toda esa locura; por otro lado, una pseudoderecha populista con un plan económico de izquierda cuyo único defensor es el conservadurismo, y un tercer lado que significa la continuidad del mercantilismo actual. En otras palabras, ninguno de los candidatos; sin excepción alguna le sirve a este país, ni uno solo.
Este país necesita políticos no amantes del poder que otorga el Estado, sino de la libertad individual y la economía probadamente productiva. Pero como no tenemos algo así en lista, nos tocará servirnos el menú menos dañino; aunque al terminar de comer todos nos caerán mal. Así que, amigos y no amigos, esta elección ya está perdida y casi da lo mismo por quien se vote, no hay esperanza para el Perú por otros 5 años. Ojalá en los siguientes años tengamos políticos que lleven la bandera de la verdadera equidad y generación de riqueza para todos, no solo para algunos. Para que el rico siga siendo rico y al pobre se le abran los caminos para que también sea rico, porque en una sociedad de bienestar la riqueza va primero y luego la repartición; pues no se reparte lo que no se tiene.
Y sí, claro que tengo un voto por un candidato; pero es apenas eso: un miserable voto. A ninguno le doy mi confianza, porque todos serán malos para el país. A estas elecciones, yo las compararía con beber cianuro. Con unos candidatos uno se toma un vaso completo, con otros serán unas cuantas cucharadas; pero al final igual moriremos envenenados.