TRILCE: UN NUEVO GIRO EN LA LITERATURA PERUANA Y CASTELLANA (II Parte)

Por: Carlos Caballero Alayo

CENTENARIO DE TRILCE

Resulta extraordinario y maravilloso que a cien años después de la publicación de TRILCE estemos celebrando este hecho como un suceso importante en la vida cultural del Perú, pues Vallejo marca un antes y un después en la literatura peruana.

El poemario está conformado por 77 poemas, ninguno extenso; pero, difíciles y enigmáticos. En su época resultó incomprendido, pues se cultivaba la poesía modernista de imágenes fuertes, ampulosas y de sonidos retumbantes, propios para la declamación.

Vallejo incorpora al lenguaje poético un conjunto de vocablos que a muchos desconcertó. Incorpora en sus versos un vocabulario cotidiano de palabras que hasta ese momento se consideraban vulgares, imposibles de connotación literaria, y los eleva al ‘performance’ poético. Enriquece su poesía con los hechos de la vida diaria, el acontecer cotidiano, en las pautas de comportamiento del pueblo. Al respecto González Vigil (2012) escribe: “Vallejo nació y pasó su infancia y adolescencia –es decir, los años claves en la configuración de su personalidad- en la sierra, siendo feliz en el ámbito familiar y en comunión con la naturaleza. Esas raíces andinas marcaron para siempre su sensibilidad y su óptica” (p.32)

En relación con la afirmación anterior podemos decir que César Vallejo se comportó siempre como un santiaguino. Y sus patrones culturales adquiridos desde la infancia lo acompañaron durante toda su vida. En Trujillo, Lima, París, Madrid y en todas las estaciones de su vida, no dejó de ser culturalmente de Santiago de Chuco.

Los hábitos del hogar y de la colectividad, las comidas y bebidas, las festividades y costumbres los conoció desde niño. En su bagaje cultural se juntan las raíces históricas autóctonas y foráneos. Él ha de mencionar a la papa, el cuy, el rocoto, el maíz y la chicha de jora, etc. como “cosa buena”.

Hablando de Trilce, citamos algunos fragmentos de sus textos poéticos del uso del lenguaje cotidiano, veamos:

“Aguedita, Nativa, Miguel,

cuidado con ir por ahí, por donde

acaban de pasar gangueando sus memorias

dobladoras penas,

hacia el silencioso corral, y por donde

las gallinas que están por acostarse todavía,

se han espantado tanto.

Mejor estemos aquí no más.

Madre dijo que no demoraría” ( III, Trilce)

 

“Chasquito de moscón que muere

a mitad de su vuelo y cae a tierra” ( XII, Trilce)

 

“Hoy viernes apenas me he levantado.

El establo está divinamente meado

y excrementado por la vaca inocente

y el inocente asno y el gallo inocente”. ( XIX, Trilce)

 

¡Ahora que chirapa tan bonito

en esta paz de una sola línea”. ( XXII, Trilce)

 

“En tanto, el redoblante policial

(otra vez me quiero reír)

se desquite y nos tunde a palos,

dale y dale,

de membrana en membrana

tas

con

tas”. ( XLI, Trilce)

 

“No se vaya a secar esta lluvia”.

“¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?”

“Canta, lluvia, en la costa aún sin mar” ( LXXVII, Trilce)

Estilísticamente debemos señalar que Trilce es el libro de poesía más radical escrito en lengua española, aparecido justamente en el momento de la irrupción del Vanguardismo en el mundo, que pregonaba una renovación o cambio de los cánones de la estética, luego de la gran conmoción universal que significó la Primera Guerra Mundial.

Aunque tenga algún reflejo de las innovaciones formales aportadas por el ultraísmo u otros movimientos vanguardistas contemporáneos, Trilce constituyó un singular ejemplo de renovación del acto poético esencial, un esfuerzo de reducir el lenguaje a lo indispensable para alcanzar un meollo o entraña esencial.

En general, la técnica poética de Trilce se caracteriza por una violenta ruptura con toda imitación o influencia literaria, una liberación audaz de las reglas del metro y de la rima, así como de la sintaxis.

Una de las temáticas destacables en los textos vallejianos son los que aluden a la madre, – solamente a ello nos referiremos en este pequeño comentario – quien es recordada siempre con ternura infinita y amor entrañable. Un claro ejemplo es el poema LXV de Trilce.

 

Madre, voy mañana a Santiago,

a mojarme en tu bendición y en tu llanto.

Acomodando estoy mis desengaños y el rosado

de llaga de mis falsos trajines.

 

Me esperará tu arco de asombro,

las tonsuradas columnas de tus ansias

que se acaban la vida. Me esperará el patio,

el corredor de abajo con sus tondos y repulgos

de fiesta. Me esperará mi sillón ayo,

aquel buen quijarudo trasto de dinástico

cuero, que para no más rezongando a las nalgas

tataranietas, la correa a correhuela.

 

Estoy cribando mis cariños más puros.

Estoy ejeando, ¿no oyes jadear la sonda?

¿no oyes tascas dinas?

estoy plasmando tu fórmula de amor

para todos los huesos de este suelo.

Oh si se dispusieran los tácidos volantes

para todas las cintas más distantes,

para todas las citas más distintas.

 

Así, muerta inmortal. Así.

Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde

hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre

para ir por allí,

humildóse hasta menos de la mitad del hombre,

hasta ser el primer pequeño que tuviste.

 

Así, muerta inmortal.

Entre la columnata de tus huesos

que no puede caer ni a lloros,

y a cuyo lado ni el Destino pudo entrometer

ni un solo dedo suyo.

 

Así, muerta inmortal.

Así

El consenso general es que este poema fue escrito en mayo de 1920, mientras César Vallejo planeaba su retorno a Santiago de Chuco. Su madre había muerto en agosto de 1918. Así como este, hay muchos otros poemas en los que el poeta se refiere a la madre como si estuviera viva; más aún, se dirige explícitamente a ella. Le dice: mañana voy a ti; luego le pide cosas específicas: quiero tu bendición y mojarme en tu llanto (entiéndase llanto como agua de lluvia, lo que da vida), deseo que escuches mis desengaños y veas mis heridas. Proyecta a la madre como la única persona que de verdad puede comprender sus “desengaños” y curar su “rosado de llaga”. Luego, el poeta entiende cómo le recibirá la madre: “Me esperará tu arco de asombro”. Sabe de las emociones intensas que genera en ella el regreso del hijo. La madre formará un arco en la sien, asombrada por el hijo de que retorna. Significativa es también la expresión “estoy plasmando tu fórmula de amor”. Danilo Sánchez Lihon, otro insigne santiaguino, ha hecho esta reflexión al respecto: “¿Que sabiduría es mayor que el ser madre? ¿Y qué fórmula más perfecta de amor real, ideal o utópico que el ser madre?” (La madre en César Vallejo. Danilo Sánchez Lihón).

El poeta trata de comprender la dimensión del amor de la madre; un amor inconmensurable y eterno. Es tal el amor de la madre que en “Los pasos lejanos” (Los heraldos negros) personifica el amor en la madre: “Y mi madre… / Está ahora tan suave, / tan ala, tan salida, tan amor”. El padre, claro está, también es objeto en la lírica vallejiana. Y del mismo modo que la madre, sus versos presentan a un padre consagrado y tierno, a quien le une profundos sentimientos de amor y gratitud. “Los pasos lejanos” y “Enereida” de Los heraldos negros, son dedicados a su padre.

En suma, TRILCE marca un antes y un después en la literatura peruana y en la cultura de nuestro país.

Trujillo, noviembre 2022.

(LEER PRIMERA PARTE AQUÍ)

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