TESTIMONIO: ¿POR QUÉ NO CREER EN DIOS? GUIÓ MIS PASOS LE DEBO TODO LO QUE SOY

Por: Amaro Rodríguez S.

Un testimonio escrito por el gran amigo y hermano en Cristo Jorge Edwards, donde relató ver la presencia del Señor para lograr la recuperación de su salud afectada por gravísima dolencia, me animó hacer público los momentos en que Dios nuestro Señor, influyó tanto en mi vida desde niño hasta adulto mayor, para lograr cristalizar mis sueños de niñez y juventud y alcanzar ser una persona honesta, profesional que siempre ansié serlo, para servir a mi madre, a mis hermanos y alcanzar un lugar digno en la sociedad.

En los primeros años de mi vida de niñez me desplazaba diariamente con mi madre y hermanos desde el pueblo de Poroto a un fundo de mi padre que lo recibió por herencia, distante a unos 600 metros aproximadamente, mi padre no era agricultor, teníamos partidarios cuando tenía seis años mi padre se hizo compadre con un abogado magistrado de la Corte Superior de Justicia de La Libertad.

Fue en una de sus frecuentes visitas que hizo mi padrino hasta la chacra donde era muy bien atendido, un día ellos departían en la mesa, yo  estaba al frente al rancho en  una  acequia  bañándome, escuché cuando le dijo mi padrino a mi papá,  “tu cholito parece ser inteligente, porque no lo llevas Trujillo para que estudie”.

Con seis años de edad estaba encargado en la escuela fiscal de Poroto, por que los docentes almorzaban en mi casa, mi madre les cocinaba y en la escuela  no estuve  matriculado. Cuando terminé la transición a cargo del  profesor Gonzalo Fernández Gazco, mi padre me trajo a la ciudad de Trujillo, en una buena tía me pensionó, ese año no me recibieron en el primer grado, repetí la transición en la escuela  fiscal 277 turno tarde, ubicado en el jirón la Unión cerca de la Iglesia San Pedro de Nolasco, mi primera maestra que hasta hoy recuerdo fue la señorita Maruja Cobián y el Director Ricardo Romero Amez.

Cuando me trajeron a Trujillo, no sentí pena, pero si extrañaba el pueblo y mi familia, pero  como escuchaba decir  a mi madre, cuando ocurren las cosas como en mi caso, “por algo será, Dios lo dispone así”, me tranquilizaba, porque presentía que sería por algo bueno, como lo corroboré después.

Mi padre cuando  se divertía tomando unas copas, siempre se pavoneaba  diciendo mi hijo Amaro está estudiando en Trujillo, en otra oportunidad incentivado por sus amigos, dijo por mí, el otro año mi hijo va al  mejor colegio de Trujillo y me matriculó en el colegio Seminario San Carlos y San Marcelo, donde hice grandes esfuerzos como escolar, para ser considerado entre los seis mejores alumnos de la sección en primaria con calificación semanal, allí culminé el sexto grado de primaria  Ese año leí el libro de José Ingeniero, el “Poder de la mente”, que me sirvió para fortalecer mis sueños de adolescente y juventud.

Al término de la secundaria en 1956  mi padre sufría una grave dolencia, me impidió seguir estudios,  se agravó su salud,  dos días antes de morir me dijo que yo era responsable de toda la familia, así lo había comprendido mucho antes y estaba preparado para asumir la función. El  primero de mayo de 1957 falleció en Poroto, fue una pausa inesperada en mi vida, pero muy consciente de haber sido privilegiado por mi padre, asumí la responsabilidad encargada.

Empecé a trabajar en un carrito “mondonguero” a manizuela, con frenos mecánicos, en julio de 1957 y para cubrir deudas vendí el antiguo carro que lo alquilábamos. Conseguí un buen trabajo en el Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria por recomendación de un  ex seminarista ante su8 hermano, como ayudante de tabulación, para llevar las estadísticas del trabajo de campo en su lucha contra la malaria, con financiamiento internacional de Unicef.

Recibí entrenamiento durante dos semanas, en agosto viajé a Tarapoto conjuntamente con un centenar de jóvenes trabajadores, quienes provistos de bombas  se dedicarían al rociado de insecticida en todas las viviendas,  para eliminar los zancudos trasmisores de la malaria (paludismo). El sueldo mensual que  pagaban era bueno en relación a los salarios de entonces, porque permitía cubrir los gastos de una familia como la mía, mi madre todavía tenía margen de ahorro.

En Tarapoto a los trabajadores del SNEM  nos otorgaron un sueldo adicional por campaña,  destinado a la alimentación y hospedaje, en año y medio que estuve en Tarapoto me permitió ahorrar lo suficiente para que toda mi familia, sin que yo trabaje, viva normalmente seis meses hasta el mes de junio.

Con ese propósito pedí licencia sin goce de haber por 90 días, como estaba desactualizado en mis estudios durante dos años, me matriculé en la academia de don Anaximandro Cabrera,  postulé en la UNT  logré ingresar, me matriculé en  dos facultades de Educación y Derecho, porque ni objetivo era ser un profesional universitarios. Ese año fui el único universitario de mi pueblo  Poroto.

Cumplida la licencia  me presenté al trabajo, gracias a Dios el médico jefe fue muy generoso conmigo,  me  entrenaron como evaluador  y me destacaron al valle del Santa con base en el pueblo de Santa, pero previamente compré copias de los cursos que se llevan en el primer semestre académico en la UNT. La jefatura del SNEM me asignó un vehículo para conducirlo y desplazarme a las diferentes localidades que contaban  con carreteras, en otros casos alquilaba mulas o burros. Al término del semestre pedía licencia sin goce de haber por unos días  para retornar a Trujillo y rendir exámenes. Era un estudiante universitario 100% “turista”, como se nos llamaban a quienes no asistíamos a clases.

MILAGROS RECIBIDOS DE LA MANO DE DIOS

Cuando no encontramos una explicación razonable a un acontecimiento que compromete  nuestras  vidas y destino, de manera muy favorable y trascendental, lo consideramos como la gran suerte que nos acompaña, como personalmente lo creí al comienzo, sin ahondar en las causas de esa gran suerte que me sonreía, era porque Dios quería darme la mano,  después nunca  tuve duda alguna de tratarse un milagro, un claro regalo concedido por Dios.

Entre los  numerosos hechos ocurridos en el desarrollo de mi vida, hasta la fecha destacan el hecho trágico que me ocurrió el año cuando laboraba en el  departamento de San Martín, salí de la ciudad de Tarapoto para apoyar a una  brigada de rociadores de insecticida  dieldrin,  bastante tóxico para eliminar  zancudos trasmisores de la malaria, en todas las viviendas de pueblos y  aledaños a la ciudad en ambas márgenes del rio Huallaga

Al término del itinerario  retornamos por el rio Huallaga los 05 rociadores, un mecánico, un jefe de brigada y un  joven aledaño contratado como guía, más todo el equipo especialmente bombas para rociar. Bastante contentos por retornar a la ciudad, nos embarcamos en una balsa con destino del ´pueblo de Shapaja.

Pero antes de llegar en el trayecto el río presenta un mal paso (leve caída del agua), nosotros estábamos instruidos para aspirar bastante aire y retenerlo casi dos minutos, porque al caer la balsa con el peso se sume (hunde) y tarda casi dos minutos para estabilizarse en la superficie del agua, a veces se queda atrapado en una muyuna (leve remolido), pero con ayuda de remos se sale rápidamente.

Fue un día aciago para nosotros embarcados en la balsa rústica, al caer la balsa se desarmó y quedamos cogidos de cuerdas que ataban a los troncos de palo de topa y  las bombas que de rociado servían de que flotadores. Fue  muy grave constatar al término de este accidente, la muerte de dos de nuestros compañeros ahogados, presumiblemente por golpes en la cabeza.

Este accidente me hizo reflexionar  y pensar que podría haber sido yo uno de los fallecidos,  también pensé como hubiera sido la suerte de mi familia sin mi apoyo, los sobrevivientes tristes por la muerte de dos compañeros,  nos congratulamos de haber salido ilesos,  decían tuvimos suerte, pero yo empecé a creer que fue la mano divina la que nos protegió.

Otro caso que sentí la presencia de Dios y protegido por su mano divina ocurrió año 1961, cuando trabajaba  el valle Santa Catalina en  busca de casos de malaria para  ubicarlos y darles el tratamiento con medicinas según prescripción médica.  Ese año tenía mi base en Simbal donde pernoctaba conjuntamente con el vehículo un Willy a doble tracción, con techo de lona.

POR SEGUNDA VEZ LA MANO DE DIOS ME SALVA

Después de peinar viviendas ubicadas en valles ubicados en la provincias de  Santiago de Chuco y Otuzco, donde llegué hasta el caserío Mullamanday, Machaytambo luego por una estrecha trocha retorné rumbo  a Mache, pero no llegué por la trocha  de alto riesgo, la batería del vehículo no cargaba, en Otuzco no encontré un lugar donde repararla para arrancar empujaba  al liviano vehículo hasta una bajada  donde arrancaba el motor,

En esas condiciones trabajando con una betería muerta durante dos semanas, retorné de  Otuzco con dirección a Simbal, pero venía pensando en   mi madre y hermanos que vivían en Poroto, a la altura de Shirán me desvié hacia Poroto para visitar mi familia. Estuve algunas horas, pasado las cinco de la tarde decidí viajar a Simbal, pero para no aumentar el kilometraje y el gasto del combustible estrictamente controlado, opté por  cruzar el río Moche por un vado que funciona durante el estiaje a la altura de la localidad  Mochal.

Confiado en la doble tracción del vehículo un día 13 de diciembre  ingresé por el vado al río que en esos días aumentaban las aguas por inicio de la temporada de lluvias  cuando me informaron que los camiones continuaban transitando por el vado, pensé que mi unidad con de doble tracción estaba en ventaja, eso  me dio la confianza para aventurarme a cruzar del  río olvidándome que la batería estaba muerta más de dos semanas.

Cuando ya estaba a la mitad del trayecto de unos 20 metros, las aguas mojaron el distribuidor que genera la chispa eléctrica, ipso facto se paró el motor, en esos instante mi pensamiento retornó a la realidad y comprendí que el  motor no podría encenderse, porque lo hacía empujando el carro por una bajada, además con el distribuidor anulado, perdí toda esperanza de poner en marcha al vehículo.

Raudamente pasaron los minutos y me sentía totalmente responsable por transitar por una vía no autorizada, el jeep empezó a moverse por la fuerza de las aguas que iba en aumento, y sería arrastrado  más tarde, eso me produjo  un gran temor ´porque me despedirían del trabajo del que dependía toda mi familia, como ocurrió con un amigo, no autorizado en época de lluvia, bajar de Contumazá a Chilete. En ese lugar el terreno de la carretera era deleznable, cedió, rodó el vehículo y mi amigo fue despedido.

Los minutos me parecían una eternidad  los rayos solares ya no se veían los cerros lo impedían,  eran cerca de las seis de la tarde, yo de pié pisando el estribo con mis zapatos mojados por las aguas esparcidas al chocar contra el vehículo, miraba en diferentes direcciones con la esperanza de atisbar algún tractor  poco usado en esos lugares, más bien esperaba ver una yunta de bueyes para que jalen.

En unos instantes algo abatido me incliné sobre el timón,  pensé que solo Dios me podrá ayudar, con esa esperanza en el Señor me sentí reconfortado, inconscientemente accioné las llaves que colgaban,  misteriosamente prendió el motor y en primera  desconcertado aceleré  y el jeep trotando como caballo sobre sus dos ejes, abandoné el cauce del río, frenéticamente impresionado por este misterioso acontecimiento y no paré hasta llegar a Simbal.

Durante el trayecto de unos 10 kilómetros en la medida que avanzaba, repasé un sinnúmero de veces el acontecimiento sin explicación razonable, para concluir que fue Dios quien otra vez había obrado  un milagro para salir de esa situación desesperada y no perder mi trabajo del que dependía mi familia  y poder hacer realidad mis sueños juveniles. El  mismo día conté mi caso a personas con  las que me reunía en Simbal y se limitaron a decirme que había tenido suerte como ocurrió años atrás en un accidente fluvial en el río Huallaga.

 Casi todas las respuestas a este misterioso acontecimiento, tras narrarles lo que me ocurrió, eran las mismas  tuviste suerte me decían, pero yo me convencí que era un milagro de Dios para protegerme a mí y mi familia y aumentó mi fe en  Cristo Jesús, porque no era devoto de algún santo privilegiado por mi persona y motivó mi permanente agradecimiento a la divinidad.

¿UN TERCER MILAGRO?  DIOS SE APIADÓ DE MÍ EN CASA GRANDE

Cuando laboraba en la GUE de Casa Grande como Director de Estudios en Secundaria Común, donde en turnos mañana y tarde funcionaban 70 secciones con 3,500 escolares,  120 docentes y como anexos los colegios de Sausal, Cajanleque y Lucma, además de la sección nocturna y el instituto de Comercio. En la GUE ocupaba el cargo de  Director en 1975 por vacaciones del titular y en  agosto que se celebra el Día del Juez, conocí al ingeniero Félix Campaña con quien tuve una fugaz amistad de unas cuatro horas.

Ambos  participábamos de un agasajo por el Día del Juez , casi las cinco de la tarde me puse de pié y traté de despedirme por tener compromiso familiar en Trujillo, fue grande la insistencia para quedarme más tiempo y en efecto transcurrió una hora más y esta vez decidí viajar a Trujillo, entonces el ingeniero quien era el Gerente General de la embotelladora Coca Cola y el Contador de la misma,  me acompañaron.

Subimos al auto wolsvagen  conducido por el  ingeniero, emprendimos rápida marcha, sin presagiar algo malo para nosotros, pero saliendo de las filas de ficus que hace atractivo la llegada a Casa Grande, el vehículo  para entrar a la curva del zancudo, frenó para bajar la velocidad  en esos instantes el auto dio vuelta de campana, sin darnos tiempo para expresar el susto, inmediatamente el auto quedó en posición normal sobre  el cauce de una gran acequia con agua que amortiguó la caída.

La puerta del lado derecho quedó abierta, el contador que iba de copiloto, no estaba presumiendo que las aguas lo arrastraron,  yo me encontraba en el asiento posterior  ví al ingeniero frente al  timón inclinado a la izquierda, pasé al asiento delantero noté lo noté algo rígido, traté de reanimarlo moviéndolo, no había heridas, menos sangre, me percaté que estaba sin respiración, habría muerto por el golpe.

Para salir del canal  pisé la carrocería del auto, rasguñando y  cogiéndome de hierbas, logré llegar hasta la superficie con cultivo de caña, la oscuridad invadía y en el último manotazo que di  ya en la superficie, cogí entre mis manos  un cuadrito de mica, era  un escapulario con una medalla de la Virgen de la Medalla Milagrosa, que me obsequió para mi protección, la religiosa Sor Gabriela del  Águila, tía de mi esposa y para  mantenerlo en buen estado, lo hice enmicar y lo llevada en el bolsillo de mi camisa, como un documento de identidad.

Ya oscuro desplazándome torpemente por un costado del canal en busca de un puente para  salir  a la pista y pedir ayuda, logré dar con una compuerta, esperé un vehículo  y fui a la comisaria por ayuda,  los policías trasladaron el cuerpo inerte del ingeniero hasta el local policial, luego pensé  que el día siguiente habría información del trágico accidente y en Casa Grande había un corresponsal del Diario Satélite, de quien yo, no era santo de su devoción y podría distorsionarse los hechos.

De inmediato viajé a Trujillo, me dirigí  la redacción del diario La Industria donde yo también era redactor, era casi las once de la noche, ya estaba cerrada la edición, le pedí al Director Julio Lázaro Villacorta me dé un espacio para una nota de primera página, luego de relatarle sobre el accidente le dije que el ingeniero Campaña además de ser gerente de Coca Cola es una persona pública, porque era el Presidente de la Federación Departamental de Box, y me concedió 13 líneas.

Luego llegué a mi casa, brevemente le relaté a mi esposa sobre el accidente al regresar de Casa Grande, pero como acostumbraba a llevar una vida bohemia, mi esposa no me hizo caso, la empresa editora hacía llegar desde las seis de la mañana un ejemplar a los domicilios de quienes laboran en el Diario, me levanté a recoger el diario para que mi esposa lea la nota que redacté, dando cuenta de la trágica muerte del ingeniero y también anoté, conjuntamente con los representantes de Coca Cola viajaba nuestro colega Amaro Rodríguez, quien salió ileso.

Para mí fue un milagro más del Señor,  Cristo Jesús, quien se apiadó para mantenerme con vida y disfrutar del cariño de mi familia y de mis buenas amistades, por eso ya no me pregunto ¿por qué  no creer en Dios?, porque lo siento como mi más cercano protector, que nunca me abandonó en más de 80 años de vida y me da sabiduría, todo se lo que soy y lo poco que tengo  se lo debo al Señor. (Amaro Rodríguez S.)

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