Se gana capital social valorando a los muertos caídos en la pandemia y no olvidandolos

POR: JOSÉ ESPINOLA / Antropólogo
Entendemos que hay buena intención del gobierno de turno al querer proteger las vidas de los peruanos con la aplicación del Estado de Emergencia Nacional, y la consecuente estrategia de organizar el Estado y la Sociedad Civil como si estuviéramos en un escenario de guerra. “Tenemos un enemigo en común, es el Covid – 19, un enemigo invisible”, dice el presidente cada vez que da una conferencia.
Para el gobierno todos debemos ser soldados de esta guerra contra el Covid – 19, el “enemigo invisible” que ha invadido nuestro territorio. Se ha desplegado todo el aparato estatal dirigido a proteger las vidas de las personas, pues todas valen por igual. No obstante, como en toda guerra, algunos morirán y otros sobrevivirán. El objetivo es entonces salvar la mayor cantidad de vidas posibles, no se podrá  salvar a todos.
Para el gobierno, hay un grupo de soldados que está en “primera fila” del enfrentamiento. Este grupo está compuesto por los profesionales de la salud, los militares, la policía, funcionarios y otros profesionales para los cuales el gobierno ha previsto merecidas compensaciones y entregas económicas en caso de fallecimiento ejerciendo su noble función.
Pero adicional al “grupo de primera fila” al que me acabo de referir, también está otro grupo, compuesto por ciudadanos que murieron realizando actividades esenciales, otros murieron realizando acciones humanitarias y otros cuidando sus familias. Este segundo grupo, podríamos llamarlos el “grupo de soporte”. Sin ellos, el Estado de Emergencia hubiera sido más caro y las consecuencias sociales más graves. Ellos han hecho más soportable y viable la gestión del Estado de Emergencia Nacional. Han jugado un papel importante en esta guerra contra el enemigo invisible, pero su muerte no le duele ni le importa a la sociedad y el gobierno de turno. Solo son una baja más, un número frio, un dato estadístico. Un muerto más, sin pena ni gloria. Como en las guerras pasadas, la muerte de los soldados de bajo rango, no significan nada.
Debemos comprender los peruanos que tener un familiar muerto en este tiempo de pandemia es un dolor muy fuerte para los familiares, pues no es una muerte “natural”, es una muerte accidental, forzada por un virus que nos invadió de un momento a otro. Debemos ser solidarios con su dolor. Son nuestros soldados caídos. Lo mínimo que podemos hacer por ellos es honrarlos de forma simbólica, por ejemplo, en las ceremonias patrias del 28 de julio o creando un “campo santo” u alguna otra forma de reconocimiento simbólico que visibilice que todos somos importantes en esta sociedad. Actuar en el sentido que proponemos permitiría hacer que el dolor de esta guerra sea el medio para construir el “capital social” que necesitamos como nación para fortalecernos y unirnos como sociedad de cara al futuro que viene. Futuro que nos enfrentará hacia una crisis económica, política y sociocultural muy intensa. Futuro que debemos enfrentar más unidos.
Puede ser que algunos sostengan (en contra de nuestra propuesta) que varios ciudadanos han desacatado la cuarentena y se han enfermado o muerto por su propia irresponsabilidad. Puede ser. Pero es la minoría la que está en ese grupo de “irresponsables” pues la mayoría ha acatado la cuarentena y solo han salido cuando ya no tenía más para comer e incluso algunos han tenido retornar a su lugar de origen caminando largos kilómetros en lugar de fomentar protestas contra el gobierno.
Otros se pueden oponer a la propuesta que hago con el siguiente argumento: recordar a los muertos por el virus puede generar indignación y polarización política en lugar de unión. Ante esta objeción mi respuesta sería: que en buena hora que la ciudadanía se indigne contra un tipo de políticos: los corruptos y su incapacidad para poder proveer servicios públicos de calidad. Tener memoria haría que el ciudadano se preocupe más por informarse y ejercer mejor su rol ciudadano.
Finalmente debo acotar que ignorar el dolor de las familias que han perdido un ser querido a causa del Covid-19 contribuiría al incremento del descontento social expresado en la desobediencia civil a la Ley del Estado. Los radicales aprovecharían esta situación para fomentar la implementación de medidas populistas cortoplacistas.
Ganemos capital social valorando la muerte de las personas caída a causa del Covid – 19, dejemos de culparnos. Tengamos presente que hemos ingresado a la cuarentena como país fragmentado, con fisuras como sociedad. No salgamos de esta pandemia más quebrados, desunidos y frustrados. Necesitamos ánimos, fuerza espiritual para afrontar el futuro.
Foto. Internet

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