Por: Israel Jurado Zapata
Las crisis del capitalismo han sido una constante desde que se extendió e impuso como sistema económico- político hegemónico en gran parte del planeta. Por ejemplo, el siglo XX, considerado por historiadores como Eric Hobsbawm (Historia del Siglo XX, 1998) como el de mayores conflictos políticos, el más violento de la historia, fue testigo de dos guerras mundiales causadas precisamente por el sistema capitalista, sus propias lógicas y por el nuevo reparto de las zona de influencia entre las potencias coloniales, y veinte años después como escalada del fascismo en contra del movimiento obrero internacional y las revoluciones sociales que se gestaban en oposición al sistema de explotación.
Unas décadas más tarde, la conformación de América Latina como la región con mayores desigualdades de todo el planeta (y una de las más violentas) también es parte de estas crisis del capitalismo que, desde la imposición de las políticas neoliberales, han conducido a todos sus países constitutivos a convertirse en Estados fallidos donde ha sido imposible garantizar la seguridad para las clases trabajadoras. De hecho, el sistema ha producido un esquema de economía criminal y necropolítica desde el que han florecido cárteles de la droga y sofisticados grupos del crimen organizado que han hundido a diversos países en espirales del terror. Primero Colombia, después México, El Salvador, Guatemala Honduras, ahora Ecuador, y los que sigan secuestrados por la inseguridad pública y las mafias de “cuello blanco”. De hecho, el esquema neoliberal, ápice del capitalismo actual no sólo no ha logrado jamás la sostenibilidad, sino que está devastando al medio ambiente y acelerando el cambio climático, por lo que las crisis que se avecinan pueden ser más catastróficas que las ya ocurridas.
Por ello, Revista Tlatelolco. Democracia democratizante y cambio social (https://puedjs.unam.mx/revista_tlatelolco/) órgano de discusión y divulgación del conocimiento del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad de la UNAM, compartió en esta ocasión el dossier especial: “Rasgos y tendencias del capitalismo contemporáneo” (https://puedjs.unam.mx/revista_tlatelolco/rasgos-y-tendencias-del-capitalismo-contemporaneo/), coordinado por el Dr. Adrián Escamilla Trejo (Secretario General de la Facultad de Economía de la UNAM) y el Dr. Roberto Escorcia Romo (coordinador del Tronco Interdivisional en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco), quienes, a través de la colaboración de diversos investigadores expertos en pensamiento económico y social de Argentina, Brasil, Francia, Italia y México, se plantearon la posibilidad de responderse las preguntas: ¿Cuál es el origen de las crisis del capitalismo?, ¿Se relacionan con la evolución del propio sistema capitalista?, ¿Cuántas crisis más puede soportar la humanidad?, ¿Hacia dónde se encamina la existencia huma de seguir por este sendero?, y ¿Sobrevendrá pronto un colapso mundial en el corto o mediano plazo?
Los trabajos presentados en este dossier abordan temas relacionados a las principales contradicciones del capitalismo contemporáneo, aportando diagnósticos sobre sus efectos en la economía, la política, la sociedad y la cultura, así como análisis para comprender hacia dónde se encamina el mundo arrastrado por estas lógicas del mercado y la mercantilización de todas las facetas de la vida y la existencia, frente a lo que se proponen algunas alternativas sobre qué se puede hacer al respecto. Las propuestas de los autores buscan contribuir al análisis y el debate de las características centrales del capitalismo actual y qué tipo de desafíos enfrentan las fuerzas y movimientos sociales para oponerse a sus efectos destructivos de la vida social y natural del planeta, lo cual, como rasgo distintivo de este sistema, se caracteriza a partir de una serie de ejemplificaciones, casos concretos y procesos documentados como parte de una “memoria histórica” sobre este periodo de la humanidad.
En este sentido, el capitalismo o el sistema capitalista como periodo define una época de la historia de la humanidad que se fundamenta en principios centrales de su lógica como la explotación laboral –en tanto base de la valorización (explicación del excedente y de la ganancia)–, la existencia de clases sociales –y una fuerte estratificación social–, el conflicto social –y por consiguiente de una lucha entre las clases y a causa de las desigualdades sociales–, la búsqueda del incremento de la productividad, la desigualdad, entre otras. Lo cual lejos de ser preceptos iniciales que serían superados con forme el trabajador se “esforzara” y compitiera para “mejorar por sí mismo” sus condiciones de vida, se han exacerbado en el capitalismo contemporáneo donde, como fundamentos inamovibles del sistema capitalista, se organizan permanentemente y se manifiestan e intensifican según la etapa histórica específica dentro de una época “definida” por el propio capital: el periodo Entreguerras, la posguerra, el periodo neoliberal, etc., etc.
Es pues, la época del “capitalismo informático”, con la transformación de las tecnologías electrónicas y de telecomunicaciones (que trajeron consigo también algunos cambios en la organización internacional de la producción, así como nuevas formas de explotación e innovadoras maneras de ejercer el poder y la vigilancia corporativa no sólo de los explotados sino de la sociedad en su conjunto), con la llamada “big-data” que acumula información sobre los sujetos, que ha planteado e impuesto la digitalización del mundo, de la vida cotidiana y del saber, la que nos ocupa en este trabajo académico, que busca discernir, estudiar y comprender el proceso de expansión de las lógicas de acumulación en este mundo cada vez más interconectado, aunque también por ello más excluyente de los sectores sociales más marginados, hoy más notorios por el fuerte contraste entre las zonas desarrolladas y las zonas que aún carecen hasta de servicios de electricidad.
Pero la histórica marginalidad del llamado “Tercer Mundo” no lograría contener el surgimiento de nuevos epicentros de la producción fuera del control global de Estados Unidos, y peor aún, anclados en el Sur Global, como los casos de China e India, desarrolladas como potencias económicas y tecnológicas, todo lo cual ha desatado no sólo una competencia feroz con Occidente, sino una fuerte disputa por el mercado mundial y los procesos globales de producción, por el control de las regiones subdesarrolladas que funcionan como “facilitadoras” en la generación de rentabilidad para las cadenas productivas y el extractivismo, ya no sólo de materias primas, sino hasta de saberes ancestrales, flora y fauna, recursos hídricos y redes de telecomunicaciones. Todo lo cual se ha articulado, particularmente en lo referente a las nuevas tecnologías, en una transformación organizativa empresarial, como dicen Escamilla y Escorcia, de gran calado, que abre paso a la “producción asíncrona” (global, flexible y en red), con lo cual se han alimentado las cadenas globales de valor (2024).
En paralelo a estas transformaciones, desde finales del siglo XX, ha venido consolidándose una nueva estructura financiera global –surgida a raíz del desmantelamiento del patrón dólar-oro de Bretton Woods–, con nuevos actores (los fondos de inversión, la banca sombra, etc.) y nuevas prácticas –como el excesivo apalancamiento, la titulación de deudas, la creciente importancia de los derivados, etc.– (Escamilla y Escorcia, 2024) para convertirse, entre otras cosas, en instrumentos de un neocolonialismo y extractivismo financierista. Esto ha permitido la configuración de un sistema bancario y crediticio “que subordina las actividades económicas productivas a sus propios impulsos de obtención de beneficios especulativos, y que ha generado un sistema monetario y financiero global de carácter autoritario y volátil, dominado por un puñado de bancos y fondos de inversión” (Escamilla y Escorcia, 2024) capaces de controlar Estados desde su capacidad de negociación y alianza con instituciones multilaterales.
El mundo diverso multiculturalmente hablando, los movimientos sociales, las luchas de las clases trabajadoras, y la subsistencia misma del ser humano como agente de cambio, con capacidad de agencia, con valores de solidaridad y cooperación, de respeto a la diferencia y valoración de la diversidad de saberes, pensamientos, visiones del mundo y marcos epistemológicos, se encuentra hoy bajo la que quizá sea su mayor amenaza histórica, más que los procesos de colonización occidental del siglo XVI y XIX, que de por sí ya causaron graves e irreparables daños a la humanidad. Hoy el sistema capitalista se perfila con capacidades de control de la vida social y destrucción de ésta y del planeta si no comenzamos a trabajar y unir esfuerzos desde el Sur Global para detener la vorágine del gran capital.
