Por: Percy J. Paredes Villarreal
El día domingo 28 de marzo del presente, casi al mediodía, me llamo un amigo para comentarme el fallecimiento de uno de los políticos más importantes que ha tenido nuestra comunidad. En ese momento no podía creer, me comunique con Nicanor respondiéndome que no sabía nada, luego lo hice con Modesto me dijo que recién le habían dicho del fallecimiento; ante esa angustia llame a su celular, respondiéndome su hija, y confirmándome el fallecimiento de su papá JULIO NICANOR ANGELES LECCA.
En ese momento no podía creer, ni tampoco asimilarlo; por el contrario me lleno una gran angustia, tristeza y melancolía; no sabía que decir ni tampoco opinar; solamente comenzó a llegar a mi mente muchos y grandes recuerdos lindos, hermosos, de los años que compartimos y vivimos como camaradas, hermanos; donde no existía mentiras, ni falsas promesas, por el contrario había una gran amistad, sinceridad, y hermandad entre ambos; que lo comenzamos a construir desde mediados de la década de los 80 del siglo pasado.
Se me viene a la memoria muchos recuerdos en que compartimos cuando eras dirigente estudiantil en la “Pedro Ruiz Gallo”, y donde te preocupabas porque la mayoría de chiclinenses, que llegaba a estudiar en dicha universidad tuviera la oportunidad de ser beneficiario en el comedor universitario, lo hacía sin importarte la línea política que tuviera, lo único que pedias es ser chiclinense; luego venían los cartavinos, casagrandinos, etc., atendiéndolo amablemente. Así era “El Tío Julio”, como le decían en la Universidad, en las calles de Lambayeque por donde caminaba; era una persona muy desprendido de sus cosas, compartiéndolo con todos.
Aún recuerdo las grandes movilizaciones de protestas estudiantiles y sociales, que organizabas en Lambayeque o Chiclayo junto a otros compañeros, siendo dirigidas y encabezadas por nuestro gran Julio Ángeles en Lambayeque; estas manifestaciones eran multitudinarias, aproximadamente 40 cuadras ocupando toda las calles.
Del mismo modo, lo hacías en nuestro Chiclín cuando la “Cooperativa Cartavio” buscaba pretexto para no pagar a los trabajadores de la comunidad, o cuando recortaba los víveres y bajo tu liderazgo (a pesar de no ser trabajador, pero hijo de un cooperativista), organizaban y liderabas las marchas de protesta hacia la sede central de la cooperativa; cuando llegábamos éramos muchos (iban trabajadores activos, pasivo, esposas, hijos, hijas, nietos, jóvenes y adolescentes), los cartavinos nos miraban sorprendidos y asustados, algunos de ellos decían ya llegaron los chiclinenses; en ese momento nos dejaban el espacio libre y nos veían pasar por la calle Real con dirección al Consejo de Administración, algunos nos aplaudían y decían “Allí vienen los chiclinenses a poner orden”, muchas de las mujeres desfilaban con sus palos, etc. Desfilábamos por esas calles sucias.
Lo más lindo era ver a “Julio” agarrándole la mano a su querida madre que acompañaba en todo momento en primera fila, mostrándose orgullosa de su hijo dirigente estudiantil de la “Pedro Ruiz”, encabezando las luchas de los trabajadores.
En todo momento veía en ella ese orgullo por su hijo; no le interesaba las “bombas lacrimógenas” que nos tiraban, o cuando la “policía antimotines” comenzaba atacarnos, porque se sentía protegido por su hijo; que en todo momento estaba al lado de ella. Esas escenas eran como si estuviera leyendo a Máximo Gorki la hermosa obra literaria de “La Madre”.
Como no recordar las grandes polémicas, debates, discusiones ideológicas y políticas; que se daban en los campus universitarios, donde el “Tío Lecca” (así le decían en su segunda tierra de Lambayeque), salía al frente a confrontarse con sus adversarios de otros partidos políticos de la ultraizquierda, el Apra y la ultraderecha, saliendo airoso en muchos de los casos. Y ante la incapacidad de sus adversarios de no ganarle, culminaban buscándole broncas, terminando en “batallas campales”; donde Julio y los demás nos enfrentábamos a los “Búfalos”, a matones, protegiendo en todo momento a las compañeras que iban a ser agredidas.
En una ocasión, para evitar que cuatro “Búfalos Apristas” “masacraran” a una compañera en un aula de la universidad; tuviste que meterte para salvarla. De esa manera, lograste sacar a la chica del local recibiendo a cambio una golpiza teniendo que ser auxiliado por otros compañeros que llegaron tarde.
Del mismo modo, lo hacía en Chiclín, cuando el Sindicato de nuestra localidad convocaba a Asambleas de Trabajadores, aparecía Julio Nicanor, pidiendo la palabra enfrentándose a los líderes apristas que no tenían argumentos sólidos para refutarlo; sus discursos eran muy elocuentes y convincentes, con un contenido ideológico, político y programático. Eras una persona muy instruido, leías y estudiabas mucho; a la vez era una persona muy sencillo, humilde, honesto y transparente.
Aparte de ser dirigente estudiantil, también ensenaba en una Academia Pre Universitaria, tenías algunas horas, eras amante de las matemáticas; difícilmente uno te podía refutar en las ciencias, exactas; porque era tu fuerte. Cuando explicabas eras muy didáctico, tenías una paciencia para ensenar, hasta el que no le gustaba la trigonometría, el álgebra, la física podía entenderlo como yo, que no me gustaba; siempre me decías “Cholo es muy fácil, tienes que poner de tu parte para que entiendas”.
En una ocasión, yo tenía examen para aprobar un curso y era por la tarde, tú tenías que viajar, por la mañana, a Lambayeque para reunirte con el resto de tus compañeros elegidos delegados universitarios en asamblea; tenían que acudir a participar en el Congreso de la Federación Nacional de Estudiantes del Perú (la famosa FEP) se realizaba en Lima; tu ibas como candidato a la Presidencia de la FEP. Aquel día nunca lo voy a olvidar, porque me fuiste a ver a mi casa, siempre nos comunicábamos con un silbido; salgo a verte y te encuentro con tus cosas, y me dices “Cholo he venido a despedirme, porque me voy a Chiclayo y de allí, partimos a Lima al Congreso Nacional porque me están proponiendo para la Presidencia de la FEP; recuerdo que nos abrazamos, muy fuerte, te felicite, y te dije “sé que lo vas a lograr NICANOR” (siempre te decía tu segundo nombre, en un inicio se molestaba, pero luego te acostumbraste, ya que nadie te llamaba o decía así); entonces te dije vamos a celebrarlo con anticipación, nos tomamos un par de chicha en “Maquenes”, tu nunca me decías “No”.
En ese momento yo tenía para mi pasaje y otros gastos, tu tenías lo mismo para tu viaje a Chiclayo; eran aproximadamente las 10.30 de la mañana, comenzamos con un par luego, fueron dos más, siguieron otros dos más, en ese momento por el paradero pasaba nuestro amigo Noé, que se iba a Chicama a comprar huevos que lo había mandado su mamá; lo llamamos en un primer momento no quiso venir, pero luego acepto un vasito, luego fueron tres, cuatro. Aquel día fueron más de 10 horas en que estuvimos despidiéndonos, yo no fui a dar mi examen, tu tampoco te fuiste a Chiclayo, Noé tampoco fue a comprar sus huevos que su mamá lo había mandado en la mañana.
A pesar de los cargos y profesión (Ing. Civil) que tenía siempre eras una persona muy sencillo, humilde, educado, amable; nunca escuche en ti una grosería, un insulto por el contrario siempre me corregías, cuando hablaba cosas muy duras. Te caracterizabas por ser una persona muy amable, educado; siempre me decía “Cholo, en política el que se pica pierde”.
Nuestra camaradería, amistad y hermandad durara por mucho tiempo; siempre nos veíamos, cuando venías a Chiclín me buscabas para salir e ir a un “escondite” donde nadie nos vea, a veces nos íbamos con otros amigos o en otras ocasiones lo hacíamos los dos, entrabamos a las 9 de la noche y salíamos a las 7 de la mañana del día siguiente nos despedíamos, tú te ibas a Chiclayo y yo me iba a estudiar a Trujillo, con el “tufo” que teníamos lo cubríamos masticando un “Chicle” o unos caramelos para no oler a cerveza.
En aquellas reuniones que teníamos, nos contábamos nuestras cosas, muchas de las veces llorábamos a “moco tendido”. Me había convertido en tu “paños de lágrimas”, siempre me contabas tus cosas, problemas y aspiraciones, yo también hacia lo mismo”.
A veces tu pareja me daba las quejas, o me llamaba para que conversara contigo, le preguntaba “Si había hecho huelga de Hambre”, y ella me respondía que “si”; entonces suponía que estabas recontra molesto. Luego iba a verte en tu escondite y conversábamos como hermanos, terminábamos tomando, cantando y bailando. Somos de izquierda y cuando tomábamos, nos íbamos por las callea bien mareados cantando la “Marsellesa Aprista”, ambos lo sabíamos toda la letra de memoria y la gente nos veía; en algunas ocasiones nos acompañaba nuestro amigo “Recio”, a veces ingresábamos a los bailes sociales en ropa ligera.
Hay algo que debo reconocer y elogiar en ti era el amor a tu familia, a tus hijas e hijos, nunca lo abandonaste, estabas pendiente en cada momento, te comunicabas permanentemente; del mismo modo, lo hacía con tus hermanos y hermanas, sobrinos, sobrinas, etc.; era lindo cuando toda la familia Ángeles – Lecca se reunían para festejar un cumpleaños, era una fiesta grande, cantábamos, bailábamos, nos divertíamos. Esas grandes reuniones culminaban con tus canciones preferidas como: “Osito de Felpa”, “Gitana” de los “hermanos Dávalos” y otras más del Cholo berrocal, lo hacías cantar a tus lindas hijas, cuando eran pequeñas.
A veces me preguntaba porque casi todos los descendientes de tu familia te respetaban mucho, algunos(as) te decían hermano y otros que eran más menores, papá; a veces fastidiaba a algunos de ellos diciéndole “No te portes mal porque lo voy a decir a tu papá Julio”, ellos se asustaban. Había mucha admiración y respeto hacia tí, siendo reciproco. A veces me decías “Cholo, prefiero que me jodan mi familia ante que extraños”, de esa manera demostrabas tolerancia y cariño hacia tu familia.
Julio perteneció a la segunda generación de izquierdistas que tuvo Chiclín, gracias a él, conjuntamente con Modesto Loredo, Cesar Murga, y otros más, los más jóvenes lo veíamos como paradigmas y referentes de la política local. Ellos eran estudiantes universitarios que trajeron el pensamiento de Mariátegui, Che Guevara, Javier Heraud a nuestra comunidad y nos inculcaban a nosotros en valores, mística, honestidad, convicción y compromiso por los más pobres.
Muchos de estas primeras, segundo y tercera generación, comenzaron a renunciar a su identidad política de izquierda; solamente quedamos algunos cuantos (contados con la mano), los que seguimos bregando en esta línea de defensa de la clase explotada.
Luego comenzaste alejarte de nuestra tierra, yo también lo hice por motivos familiares y laborales; hasta que después de mucho tiempo nos volvimos a reencontrar, y nuevamente nos reuníamos en nuestro querido Chiclín, en Trujillo o Lima, donde seguíamos conversando de política nacional y local; platicábamos de nuestro pueblo que estaba presente en nuestras conversaciones, de retomar la formación de cuadros políticos, para que asuman el liderazgo que necesita nuestro pueblo.
Hace dos semanas me volviste a llamar para pedirme que venga a Chiclín porque habías llegado y quería conversar urgentemente conmigo sobre un proyecto político; Te dije que no podía porque estaba ocupado. Y que después de las elecciones nuevamente nos volveríamos a vernos en la capital del país.
Lastimosamente ese reencuentro nunca más se volverá a concretizar, porque te fuiste sin cumplir uno de tus objetivos, tal como lo habíamos planeado.
Podría escribir muchas páginas, anécdotas, y cosas que hicimos juntos durante toda nuestra etapa juvenil, cuando vivíamos en nuestro hermoso pueblo. No acabaría de escribir tu trayectoria política, tu liderazgo, tu sencillez, tu humildad, el amor a nuestro Chiclín, a tu familia, a tus hijos e hijas, tu identificación con los sectores explotados, y así podría mencionar muchas cosas lindas y hermosas que vivimos; aprendiendo de ti, y del camarada Cesar Sabana, izquierdistas de nuestra localidad, ambos han dejado un vacío en la política local.
Solamente me queda decirte: “Hasta la Victoria Final, Camarada Julio Nicanor Ángeles Lecca”, hoy y siempre; y así siempre te recordare como un gran líder político, honesto, transparente, sincero, humilde. Esos valores que tuviste e inculcaste a muchos de nosotros se necesitan en la actualidad.