Por: Eliana Del Campo.*
La semana pasada tuvo lugar el Día Internacional de la Mujer. En todo y en nuestra localidad, numerosas instituciones y empresas no pasaron por alto esta importante fecha. Se dieron, por eso, acciones que iban desde el oportunismo mercantil hasta la reflexión y la crítica a favor de un cambio. En este contexto, a pesar de la reflexión crítica sobre este día, es necesario poner en entredicho esas buenas intenciones para que no sean contraproducentes o den un mensaje totalmente opuesto al de su objetivo inicial.
Entonces, actos celebratorios como que una empresa regale bombones a sus trabajadoras para celebrar que “son bellas, luchadoras; la creación más pura del universo…” o que un colegio haga que sus alumnas asistan –de forma obligatoria– en tacones para “celebrar el camino recorrido por las mujeres”, podrían parecer inocuos, pero no lo son. Por el contrario, estos hechos representan un grave peligro.
En primer lugar, insistir en la perpetuación de la belleza como lo femenino por antonomasia es supeditar a las mujeres a cumplir un rol pasivo- ornamental. La mujer concebida como objeto, como adorno. Cuando se casa, como “esposa trofeo”. Así, las cualidades intelectuales pasan a ser segundo plano para las niñas. Este aprendizaje perjudicial comienza desde la infancia temprana cuando, por ejemplo, en la familia se comenta que “linda niña” es el opuesto a “valiente campeón”. En la actualidad, el auge de belleza masculina surge como alternativa de reivindicación, pero tampoco es el camino. Lo ideal, en palabras de Soley- Beltrán, es pensar en un nuevo papel de belleza que valore a las personas de cualquier edad, género y condición social. En este sentido, no se debe promover que los cuerpos busquen perfección estética, sobre todo si esta se basa en ideales imposibles de lograr.
En segundo lugar, los estereotipos sobre lo que un hombre o una mujer “deben ser” también se extienden al proceso del vestir. La vestimenta femenina es uno de los elementos más comentados en la política o en el mercado laboral sin que esta tenga relación alguna con el desempeño profesional. De acuerdo con Amnistía Internacional, en nuestro país y en varias partes del mundo, la vestimenta de la mujer es usada –en algunos casos– para justificar la violación sexual.
La indumentaria para mujeres también involucra el calzado. Andar en tacones podría parecer un acto de empoderamiento femenino; y lo sería, siempre y cuando sea a una edad reflexiva y crítica, y esté acompañado de la libertad de poder decidir cuándo usarlos. Celebrar el camino de las mujeres en la historia – sus avances, sus tropiezos y las dificultades para conseguir la tan ansiada equidad– es una buena iniciativa de conmemoración. Sin embargo, debe decirse también que ese camino ha sido recorrido por una variedad de mujeres: sufragistas, escritoras, amas de casa, arqueólogas, ingenieras, deportistas, entre otras. Todas ellas, por supuesto, usaron el calzado que necesitaron para lograr sus sueños, sea este elevado o al ras del suelo. Al fin y al cabo, cada mujer debe optar por aquello que le permita luchar por sus derechos y su autonomía social, política y económica. Ese es el mensaje que se debería transmitir a los niños y niñas; no imágenes estereotipadas que reafirmen un “modo único” de ser mujer.
El Día Internacional de la Mujer es una fecha destinada a la conmemoración de una lucha permanente que se libra desde muchos frentes. En esta devastadora coyuntura, es sumamente necesario que cada plataforma sirva como espacio para la reflexión, la crítica y, sobre todo, la acción: educar en igualdad, eliminar brechas y erradicar la violencia. El trabajo debe hacerse sin caer en la desesperanza, ni en confundir el optimismo o el “educar en positivo” con la ignorancia deliberada.
*Maestría en Estudios de Género PUCP